domingo, 18 de mayo de 2008

Prólogo del libro Kaluanri

Notas del editorTexto de presentación del libro Kaluanri, por el fundador del Contextualismo: Cayo Claudio Espinal
Es sorprendente la complejidad y originalidad de los planos que estructuran el libro Kaluanri, del escritor Héctor Amarante. En este singular imaginario la luz conserva el prestigio más antiguo y ubicuo, es fósil que alumbra el paso del porvenir. La luz es aquí un registro inusual del tiempo y del espacio. Si la luz es la más pura y rápida rotura y su energía corpuscular parece autocorregirse con dorada continuidad, en este universo transfiere al lector una lógica no aristotélica para que concluya acerca de lo que lee.La luz es exactamente la encrucijada del tiempo y del espacio. Si la memoria es más rápida que la luz, entonces es el espacio más veloz, y es el insólito parámetro, frente a su espejo, el tiempo.En la ciencia ficción y en la utopía, el tiempo y el espacio son soñados, fantaseados. Les viene bien el significado griego del término utopía: en ningún lugar, o el de ucronía, en ningún tiempo. En esta complejidad espacio-temporal coloca Héctor Amarante el libro que presentamos, y a su personaje principal, el filósofo francés del siglo XVII Blaise Pascal, matemático, geómetra y místico; enfermo y angustiado a la vez por el conocimiento científico y divino, extraviado y clarividente; su altruismo confeso le infunde la precoz necesidad romántica de regalar a la Serenísima Reina de Suecia nada menos que la máquina precursora del cálculo infinitesimal. En ese mundo, en el que la ceguera es enfermedad y contagio, Pascal interroga puntualmente la realidad de sus Pensamientos: “¿Qué debo hacer? No veo más que tinieblas. ¿He de creer que no soy nada?”. ¿Debo creer que soy dios?
Es precisamente a causa de la inusual plenitud de poderes que posee Pascal en este libro que su propia imaginaria extensión deviene alucinación: En una Manhattan suspendida en los cielos del año 3190, cuarto sol de una era imaginaria, en la que Pascal, personaje difunto y su ka, egipcia proyección del ser en el mundo subterráneo de la muerte, producto de una alta ingeniería, científica, metafísica y contextual (rompecabezas de cargas ancestrales, para la construcción del sueño fijo-afijo de la página contextualista) asume a su alterno Urizén, venido a recomponerse desde los ocultos climas estéticos de William Blake, en el avatar de las dimensiones de la cultura y de la ciencia, traspasadas al abrir la puerta de la cuarta y quinta leyes del mundo de los inmortales, oculta entrada a una epifanía lectural, que posibilita que una basta metáfora de la luz se apodere del libro hasta ubicar sus paraísos, cuyos habitantes hablan ininteligibles, el intercruzado idioma de los colores, sueño de la luz, el privilegiado e inesperado satori de Pascal.
Kaluanri es un pase de claves, infiernillo matemático inspirado por los códigos narratológicos de Mieke Bal, trascendidos al introducir funciones y relaciones específicas combinadas con el Triángulo de Pascal, núcleo dimanador de forma y contenido. Su aparato referencial y constructor va desde las realidades y giros linguísticos suramericanos; la violencia prosódica; el microensayo científico, de cuyos ángulos sujeta su propia dinámica textual; el empleo de neologismos; el tejido mitológico con entremezcla de los rumbos de las culturas; la heterogénea recurrencia espacio-temporal, empleada incluso con acento semiótico; la polarización de lo terrestre y lo interestelar, a pesar de la irónica ceguera, como trama del tiempo; el monólogo interior que atraviesa la historia, con estructura dialógico-contextual (eje desde el cual Pascal también se anuncia como vidente, como misterio, revelación y epifanía de otro sistema de lectura); la caja de no linealidad o de discontinuidad que permite libertad de movimiento a la transparencia del diamante textual con el cual todas las cámaras expresivas, incluso las físicas y matemáticas, se miran en el trance narratológico y poético, con sus cargas tipológicas, paseo sin miedo, bizarro, trasponedor de límites (el Ka es una eficaz mirada por medio de la cual el topos queda modificado al tomar los personajes la características de un personaje conjunto, tal como sucede siempre en toda textualidad contextualista, en la que el discurso translinguístico se expresa en trance, y que en Kaluanri toma la figuración de relato breve, historia, cuento, poesía, fotografía, ensayo, teatro y cine, como una totalidad que cambia de ropaje, para situar su dominante con filo intercontextual.Kaluanri es, además, un texto paradójico; a pesar de su dominante narrativo, verso y prosa establecen simultáneamente la tensión estética de lo que aparece en él indecididamente sacralizado, su hilo transgenérico y contextual es una máquina de imagen que funciona desde los ciegos ojos del engendro monstruoso que mueve con fuerza interior los fotogramas, cada uno proyectado con su propia especificiad y con una particular génesis articulatoria-desarticulatoria de elusiva y rebelde metafísica, para saber: el cine ontológico de Pascal son sus pensamientos, cámara humana y filosófica, deslumbramiento y juego de sombras diriga hacia el telón de nuestra mente, para el goce puro del movimiento de sí.Una interesante perspectiva del libro se asume con relación a los objetos, los cuales tienen la capacidad de mirar y de pensar de manera holográfica, humanizando así el autor lo inanimado, para una toma distinta de la fábula. Las cosas por las que entendemos el mundo, ahora se hacen entender en nosotros, a causa de la luz. Pero la ceguera y la visión van juntas en el libro, como el ser y el no ser, y es la base de sus presupuestos gnoseológicos y ontológicos.Kaluanri es también un campo de hostilidades estéticas contra lo establecido. Jacques Derrida sostiene que “Sólo puede anticiparse el porvenir en forma de peligro absoluto”. Una trascendente decisión deberá tomar el creador de nuestro tiempo: permanecer adherido a las estéticas del siglo XX, o incluso a otras de siglos más anteriores, tratando de encontrar las últimas herramientas de códigos hipermanidos que las posibilitan, sólo para lograr un puesto destacados entre los retrasados y retardados, o, por el contrario, insubordinarse hasta conquistar territorio desconocido. Las estéticas del siglo XX ya dejaron de estar en oposición unas frente a las otras, y encontraron la síntesis dialécticas de sus originales propuestas, finalizando así el proceso dialéctico de sus fuerzas históricas. Ahora es necesario un punto de partida que construya un nuevo campo conflictual de oposiciones estéticas, que garantice así la revolución y el desarrollo creativo. Esta es la gran apuesta actual.Es necesario decir que Kaluanri se suma a otros textos experimentales ya publicados por el Movimiento Contextualista, cuya búsqueda, principal consiste en desarrollar una estética de la ciencia y una estética del contexto en los pilares de las dimensiones culturales, para romper con el discurso canónico y con el arrogante etnocentrismo occidental, y posibilitar una nueva democracia estética y crear un neohumanismo. Dentro de esta búsqueda Kaluanri es ya un referente obligado de nuestra modernidad, y Héctor Amarante un actor importante de la vanguardia que instaura el Movimiento Contextualista para el siglo XXI.
Cayo Claudio Espinal.

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