Ramon Antonio Jiménez
Presencia del miedo
(Arquitecto del miedo, del polen y la lluvia)
Hector Amarante
Entre los elementos constitutivos de la refinada poesía de Ramón Antonio Jiménez tiene destacada función el polen fecundador de ángeles y andamios, esos seres y cosas viajando hacia moradas superiores asentadas en la palabra. La búsqueda sosegada, prudente, de las formas darán esos paisajes y esos cuerpos que nos deja un decir poético limpio, claro, lírico conque ha perfilado un estilo este poeta puro que hay en el autor de La Presencia del Miedo, libro breve, tan breve como intenso y adonde, oh misterio del texto, por su calidad, no puede dejar de apreciarse un solo poema.
Esos simples contrapuestos de lo bueno y lo malo en el discurso poético quedan anulados en este conjunto de textos exaltados hasta la excelencia de lo excelente.
Lo místico cobra su propia fuerza mística en ese ángel solemne que nos presenta el poeta, un serafín o un querubín que ya nos será logos, ya nos será oniriscencia, o bien, ya nos será el misterio lejano de todo lo encerrado en la memoria.
Tambien nos será planeta de polen, la lluvia, orillas de las orillas más allá de esas perdidas ciudades amuralladas.
Qué profunda vuelta hacia los orígenes, qué sensación de sabiduría tiene la piedra al pretender la eternidad en el viaje insondable desde su primer nucleo pivotal. En la poética general de Ramón Antonio Jiménez hay un sentido de la huida hacia una definida morada, hecha de remanentes de la lluvia, pero también de pielagos, de sales, de lágrimas, de viejas memorias:
Perdido entre la carne/ el hombre es una fuga/ hacia lo inconcluso/ hacia la otra muerte/ alli donde la forma duele/ y es un sigilo de espada la memoria
Círculos, trapecios, noche eterna y laberintos, elementos de la plasticidad poética encerrados en copas de fuego, quemantes llamaradas evocadas desde el azul de pozos y cisnes, materiales de la Presencia, de la otredad, de los oscuros senderos por donde regresa el ser inundado de catedrales, atormentadas catedrales de belleza, de absolutos. Cantos arrancados a las efigies residentes en los aposentos de la Memoria. El contraste entre cosas disímiles, tornándolas relativas, es arma mortal de este poeta singular nacido en San Francisco de Macorís:
Una velada melodía gime/ en los corredores de la memoria/ ese solar de los paraguas/ donde se impacientan/ los flamencos y los relojes/ y el polen de la noche fecunda la mirada…
Contextualizar paraguas con flamencos y relojes sumidos en el polen de su intrínseca esencia de cosas es como para abordar la prosa liberada de toda poesía, sin embargo, Ramón Antonio Jiménez transita poeta en medio del pozo reseco, que es enigma, que es vigilia, demostrando que pulsa muy bien su fibra de arúspice, desde su propio miedo, desde su andamiaje de andamios en viajes al vacío. Poeta de horizontes, de escalinatas, de espadas, de dormidos ángeles con los que habla para darnos una poesía de ciudad, de lluvia, de moradas, de piedras y de pájaros. Arquitecto del orbe del miedo, construyendo mundos poéticos, este Ramon Antonio Jiménez.
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