lunes, 19 de mayo de 2008

Dos cuentos. Del libro "Uno más y me apeo"

El 9, un tren perro

El maquinista no pudo controlar nada. El tren 9, se transformó en perro, salió de sus rieles, subió a la plataforma de la Penn Station[1], frente a la tienda Macy’s, en pleno corazón de Manhattan, y, tierno y pacífico, sin ladrar, al poco se dejó poner la cadena por un amo flaco, rubio y de ojos verdes; entonces, tomado el can de la cola que la tenía con la forma de pirámide recortada en su vértice, con un ojo en medio, (annuit coeptis) dirigiéndose al parque de los perros, el amo le dijo:
-ladra-.
El tren perro se engarabitó, como gato alzado, y puso allí una lozana pequeña rumba de excrementos verdes venida a menos ya que ni los demás perros del parque para perros pudieron olerla por tan hedionda; de ella se desprendió un billete de uno (In God we trust), el dólar volaba con la brisa del otoño, confundido entre las hojas amarillas.

El carnicero tren D

El tren era adicto a la lectura. “Cosmopolitan”, “Sport Ilustrate”, “People”; esas eran sus revistas favoritas. Las compraba en cualquier estanquillo de venta de periódicos magazines con tal de que fueran propiedad de los hindúes monopolistas usufructuantes del negocio, bajo la ciudad de Nueva York.
Como buen lector, el tren D también tenía su afición a la escritura de cuentos breves, los que siempre vendía a buen precio al “The New Yorker” o al semanario de mayor prestigio de la urbe, “The Village Voice”[2].
Sus finales de cuentos siempre terminan con la sangre entre las líneas. Era que su mejor oficio consistía en volver papillas a los locos y suicidas que se tiraban a los rieles a la hora de él abordar las plataformas.
Aquel mediodía, el carnicero tren D, consciente de que la mujer venía del consultorio del psiquiatra, a sabiendas de que un orate la había empujado al laberinto de hierro y maderotes transversos, la cogió in fraganti. Después del vuelo de la dama, fue que tocó el claxón.
[1] Penn Station es una de las dos principales estaciones del tren en el Bajo Manhattan.
[2] The Village Voice es el principal semanario escrito distribuido en Nueva York.

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